En su libro Tipos de mentes, Dennett demuestra valentía al atreverse con el tema de la conciencia, que es uno de los monstruos de aspecto más amenazador a los que podemos enfrentarnos tanto los psicólogos como los filósofos y los neurólogos.
Así, nos describe los problemas que encontramos al intentar trazar la línea entre los seres "con mente" y los seres "sin mente". ¿Dónde está la frontera? ¿Puede "pensar" una flor? ¿Una bacteria? ¿Por qué tenemos tan claro que nuestro perrito Tobby sí puede? Sucede que uno puede estar o no de acuerdo con las tesis de este filósofo, pero no cabe duda de que nos pueden llevar a todos a un debate muy enriquecedor y quizá incluso productivo. ¿Quién sabe?
Conviene ser realistas aunque eso suponga llevarnos una pequeña desilusión: parece que queda fuera de nuestro alcance conocer la mente de un ser incapaz de comunicarse con nosotros. Incluso el concluir si tiene mente o no parece un problema irresoluble.
No es sólo que estemos ante un área difícil de explorar, sino que, según Dennett, puede ser sistemáticamente incognoscible: habríamos topado con un límite de nuestra propia capacidad de conocimiento del universo y lo más inteligente sería asumirlo como tal. Así pues, es probable que nunca lleguemos a saber si un pez está pensando cuando nada en su acuario, o si un chimpancé medita alguno de sus actos, por inteligentes que éstos nos parezcan.
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