Los trabajos de Luciano Canfora constituyen una notable e importante excepción en este juego de menosprecio e ignorancia. Por ello, sería lamentable que su libro Una profesión peligrosa pasase desapercibido por culpa de su título: que no hace justicia ni a la idea historiográfica que el autor ha elaborado a lo largo de años y libros, ni a los contenidos de este bello texto.
La profesión peligrosa es la de filósofo. Y el peligro surge de las tormentosas relaciones que la filosofía y la política mantienen desde la antigüedad. Sabidos son el proceso a Sócrates, los fracasos de Platón en Siracusa y la ambigua posición de Aristóteles en la Atenas de su tiempo.
Canfora estudia esos episodios de la historia y del pensamiento, y los vincula a algunos otros menos explorados. El resultado es un magnífico fresco de la antigüedad clásica, un minucioso rastreo en el que ideas e instituciones, caracteres y acontecimientos, se entrelazan y dialogan.
La vida social, política y religiosa de la ciudad antigua es sabiamente interrogada por Canfora. Y sobre ese escenario, cobran un sentido siempre renovado los esfuerzos de la filosofía por insertarse en la vida pública; y las condiciones que la vida pública impone para asumir la filosofía. La condena de Sócrates, las reflexiones de Platón, son brillantemente reinsertadas en su marco político e institucional. Pero también el curioso trasiego de Jeno- fonte: el exiliado, el mercenario, acaso el infame. Al escoltar a Jenofonte en su viaje, Luciano Canfora produce un magnífico mapa de Atenas: desde la periferia y desde la nostalgia del centro.
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