El psicoanálisis es, junto con la teoría de la relatividad, con la física cuántica —los descubrimientos que cambiaron nuestra visión del cosmos y del papel que el hombre desempeña en él—, la revolución intelectual más fascinante del siglo XX, un siglo pródigo en creaciones y destrucciones. Desde su inicio, se presentó como una práctica terapéutica, un paradigma para interpretar la cultura y una corriente ética para conducir la vida cotidiana. De la primera intención da cuenta el trabajo del propio Freud y el de una serie de grandes analistas, así como la penetración del método en todo el mundo. El psicoanálisis como interpretación de la cultura supone no solo una hermenéutica, sino la creación artística y literaria, de tal modo que el psicoanálisis se ha convertido en una atmósfera que todos respiramos. A la pregunta socrática, ¿cómo debemos conducir nuestra vida?, Freud respondió socráticamente: “Una vida no analizada no vale la pena de ser vivida”.
De esta manera, nos enseña Eli Zaretsky, el freudismo intervino decisivamente para modelar un nuevo espíritu del capitalismo que incluía la vida personal en el siglo XX (y aun en el XXI). También se convirtió en la actitud crítica que permitió la recuperación de la conciencia negra en los Estados Unidos y en Europa. De igual manera, la interpretación freudiana del monoteísmo ha sido uno de los fundamentos centrales de la subjetividad occidental. El pensamiento de Freud sobre la sexualidad –y la crítica de este– fundó los movimientos gay y feminista, y fue central en la liberación sexual de los años sesenta.
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