La obra parte de un diagnóstico severo: la filosofía está olvidada, pero sin ella la vida del hombre pierde sus contornos, deja de ver sus propios atractivos. Esa filosofía, que no es sino un hilo que puede tomarse desde muchos puntos, una vez prendida, ni siquiera permite permanecer ya como simple observador. Desde esas premisas, García-Baró adopta la fenomenología como método: como el camino más rápido para procurar dar a gozar la filosofía.
¿Cómo es que la palabra filosofía no evoca hoy, en su uso cotidiano, las ideas de belleza, rigor, hondura y, sobre todo, libertad y responsabilidad? Libertad y riesgo; belleza y realidad verdadera. Pregunta continuada, contemplación; pero también creación literaria y escucha de las voces de la historia. Vida y mundo parte de este asombro y de la conciencia del creciente, terrible peligro de olvidar qué es, o sea qué debe ser el pensar filosófico, el pensar siempre buscado, el que jamás termina de cumplirse.
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